Inauguración de la Casa de Acogida

El pasado jueves 16 de junio celebramos desde el SJM ARU, la inauguración del apartamento de acogida “Casa de esperanza” de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús. El mismo se encuentra ubicado a un costado del Centro de Espiritualidad Santa Rafaela María, en el barrio Pocitos, ciudad de Montevideo. Si bien el apartamento ha alojado ya a varias familias migrantes desde el año 2018 se renueva en el marco de un proyecto habitacional que comenzó a desarrollarse hace algunos meses en el SJM – Montevideo.

El apartamento busca ser una solución habitacional transitoria, con espacio para dos núcleos familiares pequeños, quienes comparten los espacios comunes. Cuenta con todas las condiciones edilicias necesarias para considerarse una vivienda digna, y lo consideramos un hogar, teniendo en cuenta el constante apoyo y acompañamiento de las hermanas a las personas que allí conviven. Actualmente está habitado por dos familias que fueron seleccionadas a partir del Proyecto Habitacional del SJM.

Como bien se sabe, el flujo de personas en proceso de migración que ingresan a Uruguay ha ido en aumento en estos últimos años, debido a que en Latinoamérica muchas personas, familias y colectivos se ven forzadas a migrar de sus países por diferentes causas y contextos. Muchos se deciden por nuestro país como destino definitivo debido a las no restricciones de ingreso y residencia, la gratuidad y universalidad de la salud y la educación y el acceso a derechos sociales en general. Mediante diferentes relatos de familias que se han acercado al servicio y aunque falte mucho camino por recorrer, también sabemos que la gente suele sentirse cómoda y cercana con nuestra población, con la cultura y el trato, con la seguridad que les transmite nuestro país.
Más allá de todos estos aspectos positivos, y de que el marco normativo Uruguayo coloca a la migración como un derecho humano inalienable, reconociendo el acceso a los derechos inherentes a cada ser humano, independientemente de su nacionalidad, sabemos que la realidad actual nos enfrenta a varias dificultades en ese sentido. Los obstáculos en el acceso a la vivienda, junto a las barreras para insertarse en el mundo del trabajo son los principales limitantes para la población migrante hoy en día. Las personas y familias que llegan a nuestro país casi sin recursos económicos no tienen la posibilidad de acceso y permanencia a una vivienda digna, muchas veces permanecen en alojamientos precarios y hacinados o no pueden sustentar ni siquiera el costo que eso implica (que suele ser elevadísimo en relación a las condiciones que se ofrecen).

Resulta importantísimo el trabajo de las diferentes organizaciones, redes, instituciones y la sociedad civil en diálogo con el Estado para promover iniciativas que solucionen y acompañen los procesos de las personas que migran, reconociendo sus derechos y haciéndolos valer.

La movilidad humana es un fenómeno presente desde el principio de la historia, aquellas que hemos decidido llamar “corrientes migratorias” seguirán fluyendo y eso no debería representar un conflicto. Sin embargo es importante tener en cuenta que para las personas que se ven obligadas a abandonar sus territorios de nacimiento, migrar implica cambiar de lugar, cultura, sociedad. Implica alejarse de sus afectos, hasta de su propia identidad. Lamentablemente también implica muchas veces ser testigos de situaciones horrorosas, poner en riesgo sus propias vidas, las de sus hijos.

Uruguay tiene la capacidad y la responsabilidad de hacer de eso un proceso más ameno, de recibir con hospitalidad a quienes vienen de otras partes del mundo, pues todos somos de todas partes del mundo. En este contexto, los proyectos con un tipo de solución habitacional como Casa Esperanza, en los que se apoya, dialoga y trabaja con las familias integralmente, apostando a su dignidad y posterior autonomía, que apuestan a apoyar en una solución para una posterior inserción, son sin duda un hecho a destacar y celebrar.

Esta casa sin dudas significa para quienes la transitan un lugar donde sentirse parte, que permite a su vez, comenzar a ser parte de este país, que en definitiva han elegido como destino para vivir su vida.

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